Los desafíos que surgen en la vida del emprendedor pueden traer fuertes emociones negativas. Estas pueden interferir directamente en sus decisiones, obstaculizando el progreso de la empresa.
Muchos emprendedores piensan que no nacieron para tener este tipo de negocio. Porque las dificultades parecen ser abrumadoras y sienten que no pueden avanzar. El emprendimiento es difícil, la mente necesita estar preparada para lidiar con él.
El mayor desafío del emprendedor no es el mercado, como algunos pueden pensar. ¡Sino sus emociones! La forma en que pensamos, guía nuestros pasos. Mira aquí, qué emociones te están llevando por el camino equivocado.
Miedos y ansiedad
Algunas personas ya comienzan su empresa pensando en cómo va a quebrar. La creencia de creencia de fracaso está bastante presente. Así, aparece cuando la persona intenta sin realmente intentarlo.
Con ella, el emprendedor comienza el negocio pero no se sumerge en él. Comienza y trabaja, pensando en un plan B. De esta forma, puede tener hasta más de un empleo consecutivo o más de un plan profesional separado.
El miedo a fallar es tan grande, que algunas personas pueden evitar una publicidad fuerte. Porque piensan que sentirán mucha vergüenza cuando cierren las puertas. Por eso, no invierten mucho en marketing y esperan que las personas descubran y valoren su trabajo.
Hay emprendedores que no confían en su propia decisión, haciendo todo con inseguridad y siempre listos para desistir de sus ideas. También, siempre están pidiendo la opinión de otras personas, incluso de personas que nunca tuvieron un negocio propio.
Frustraciones e impaciencia
Algunos emprendedores entran en este modelo de negocio creyendo en un crecimiento lineal y frecuente. Sabían que no sería fácil, pero tampoco imaginaban que sería tan difícil así.
La realidad con la que se enfrentan puede ser abrumadora. El crecimiento no solo es lento, en ocasiones ni existe. Así, la angustia y la frustración toman el control.
Con impaciencia para crecer, toman decisiones sin pensar. Como se dice popularmente, disparan a todos lados. Hacen asociaciones con cualquiera, aceptan vender por poco beneficio, crean promociones de forma desesperada.
La ansiedad para ejecutar hace que se olviden de planificar y repensar su negocio. De esta forma, actúan por impulso y cuando hacen algo que podría ser prometedor, no es bien ejecutado.
Orgullo
A diferencia del emprendedor inseguro, el emprendedor orgulloso no acepta recibir retroalimentación de nadie, ni siquiera de emprendedores experimentados. Por eso, cuando recibe una nueva idea, está listo para atacarla.
Un negocio se crea con base en nuestras expectativas. Con el tiempo, la vida real se va mostrando y se necesitarán realizar ajustes. Sin embargo, el emprendedor orgulloso elige luchar contra la realidad, culpando al público, el Estado o la región por su fracaso.
Reformular el negocio es necesario. Es preciso entender que el emprendedor tiene jefe, los jefes son todas las personas que le compran. Por eso, si esas personas no están satisfechas o ni siquiera se acercan más, es necesario tomar medidas.
Pereza
Mucha gente dice “voy a tener mi propio negocio, ser mi propio jefe, para trabajar solo cuando yo quiera”. Pero, el emprendedor necesita trabajar mucho más que un empleado, simplemente porque corre un gran riesgo si no lo hace.
La voluntad de trabajar se pone en duda por motivos mayores que despertarse por la mañana con lluvia y frío. El crecimiento lento, las deudas, las preocupaciones y la presión causan un intenso desánimo.
Esos desafíos, causan emociones como culpa, rabia, angustia e incluso desesperación. Por eso, algunos emprendedores piensan en desistir en varias ocasiones.
Cuando esa intensidad no está controlada, el emprendedor puede poner sus sentimientos por encima de sus obligaciones. Así, espera un momento de calma para ejercer un buen trabajo.
Con o sin ganas, con o sin energía, el emprendedor necesita estar activo. Los desafíos no deben ser tan fuertes como para impedir que visualice sus metas y luche por ellas.